Las niñas que están cambiando el mundo… ¿y en México qué pasa?
Introducción
El futuro de la tecnología está en manos de las nuevas generaciones. En muchos países, niñas y adolescentes están innovando en inteligencia artificial, ciberseguridad, salud y sustentabilidad. Samaira Mehta creó un juego de mesa para enseñar programación a los 8 años. Gitanjali Rao fue nombrada “Niña del Año” por la revista TIME por desarrollar un detector de plomo en el agua. Emma Yang diseñó una aplicación para ayudar a personas con Alzheimer.
Sin embargo, cuando volteamos a ver a México, la realidad es distinta. A pesar del talento que existe, la pregunta es inevitable: ¿por qué no vemos más casos como estos en nuestro país?
Las niñas mexicanas tienen las mismas capacidades que cualquier otra, pero enfrentan barreras invisibles: la falta de inversión en innovación, la brecha de género en ciencia y tecnología y un sistema educativo que, en lugar de impulsar el talento, muchas veces lo frena.
Pero hay un elemento clave en esta discusión que pocas veces se menciona: ¿Qué tanto pesa el papel del gobierno en el desarrollo tecnológico y en la creación de oportunidades para las niñas mexicanas en STEM?
México y los apoyos en STEM: ¿son suficientes?
En los últimos años, México ha intentado impulsar el desarrollo tecnológico con distintos programas gubernamentales. Pero la gran pregunta es: ¿estos esfuerzos realmente están llegando a las niñas que podrían cambiar el futuro de la tecnología?
Los programas existen, pero… ¿tienen impacto?
Algunos programas gubernamentales han buscado reducir la brecha de género en ciencia y tecnología:
• Becas para mujeres en STEM (CONACYT): Apoyos para mujeres que estudian carreras científicas y tecnológicas.
• Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial: Un esfuerzo para integrar la IA en la educación y la innovación mexicana.
• Proyectos de ciencia en CONACYT y el IPN: Iniciativas para promover la investigación y el desarrollo tecnológico en el país.
Pero aquí es donde surge el debate: estos apoyos suelen estar dirigidos a mujeres que ya están en la universidad o en la investigación, pero, ¿qué pasa con las niñas?
Si las niñas no reciben estímulo desde pequeñas, difícilmente elegirán carreras en tecnología o ciencia más adelante. Es decir, el problema empieza mucho antes de la universidad.
Si comparamos esto con otros países, encontramos diferencias clave:
• Estados Unidos y Europa han invertido millones en educación STEM desde la infancia.
• En China, los programas de inteligencia artificial y robótica son parte del currículo escolar.
• México aún no tiene una estrategia clara para incluir ciencia y tecnología en la educación básica de forma equitativa.
Entonces, ¿cómo podemos esperar que haya más niñas mexicanas destacando en las TICs si no estamos generando condiciones adecuadas para que se interesen en estas áreas desde pequeñas?
El caso de Adhara Pérez: cuando el sistema no está preparado para el talento
Un ejemplo que refleja esta falta de apoyo es el de Adhara Pérez, la niña mexicana con un coeficiente intelectual más alto que el de Einstein y Hawking. Desde pequeña, su talento era evidente, pero su propia escuela no supo qué hacer con ella.
Fue víctima de bullying y de un sistema que no tenía espacios para una niña con sus capacidades. Su madre tuvo que buscar fuera del sistema educativo tradicional para que pudiera avanzar.
Pero esto nos deja una pregunta importante: ¿cuántas niñas con habilidades similares están siendo invisibilizadas porque no tienen acceso a oportunidades?
Si Adhara no hubiera tenido apoyo familiar para salir del sistema convencional, ¿habría llegado a donde está hoy? ¿Cuántas Adharas hay en México que simplemente no han sido descubiertas porque no tienen acceso a educación de calidad?
Katya Echazarreta: ¿celebramos su éxito o ignoramos el problema de fondo?
Otro caso que merece análisis es el de Katya Echazarreta, la primera mujer mexicana en viajar al espacio. Su historia ha sido motivo de orgullo nacional, pero es imposible ignorar un detalle: su éxito no se debe al sistema educativo mexicano, sino a las oportunidades que encontró en Estados Unidos.
Katya tuvo acceso a una educación con enfoque tecnológico, trabajó en la NASA y finalmente fue seleccionada para una misión espacial con Blue Origin.
Su historia es inspiradora, pero también nos obliga a cuestionarnos: ¿estamos celebrando su éxito mientras ignoramos que muchas niñas mexicanas nunca tendrán las mismas oportunidades que ella?
El talento existe en México. Lo que no existe es una estructura que lo impulse. Si queremos que las niñas mexicanas lleguen a donde Katya y Adhara están llegando, necesitamos más que orgullo: necesitamos inversión, educación de calidad y políticas públicas que realmente hagan la diferencia
Reflexión final: ¿es suficiente lo que estamos haciendo?
El talento no es el problema. Las niñas mexicanas tienen la misma capacidad que cualquier otra en el mundo para innovar en tecnología, ciencia y matemáticas.
Pero si no reciben educación STEM desde temprana edad, si no ven modelos a seguir en su entorno, si los programas gubernamentales no se enfocan en ellas desde la infancia, ¿cómo podemos esperar que el panorama cambie?
Nos gusta celebrar a las mexicanas que logran destacar en la ciencia y la tecnología, pero ¿cuántas más podrían hacerlo si realmente hubiera un esfuerzo coordinado entre gobierno, escuelas y sociedad para apoyarlas?
Es momento de cambiar el enfoque:
• No basta con dar becas en la universidad, necesitamos programas STEM desde la primaria.
• No basta con inspirar, necesitamos infraestructura educativa que fomente la curiosidad científica desde la infancia.
• No basta con celebrar los logros individuales, necesitamos crear un sistema donde el éxito en ciencia y tecnología no sea la excepción, sino la norma.
¿Estamos listos para pasar de la admiración a la acción?